“Arte no es lo bello.
Arte no es la pintura.
Arte no es algo que cuelgas de
la pared.
Arte es lo que hacemos cuando
estamos verdaderamente vivos.”
– Seth Godin
(The Icarus Deception: How High Will You Fly?, 2012)
– Seth Godin
(The Icarus Deception: How High Will You Fly?, 2012)
En ese sentido, para mí dictar una clase es Arte (con mayúscula); es lo que hago cuando necesito sentir que estoy realmente vivo.
Este semestre puse a prueba esta afirmación con un reto inesperado.
Dictar dos salones de una asignatura que no había dado antes y, a
mi juicio, sin el suficiente conocimiento teórico para soportarlo.
Fue una clase-performance.
Un espectáculo de una sola función.
Un arma que se iba a disparar una sola vez.
Luego de utilizar este programa, no habría necesidad de repetirlo,
ni espacio para eso. Eso era liberador. Exoneraba de la presión del fracaso del
estreno y no poder vender la segunda función; y a la vez, si salía victorioso
cumpliría el dicho gringo de retirarse cuando estás en la cresta de la ola.
Un performance.
Desde atrás de la cabeza me reclamó un texto, que en mi pensamiento
ya es canónico, en el que se afirmaba lo mismo sobre le derecho. No es más que
un performance, un acto (Guardiola-Rivera,
O., and C. Sandoval, 2002).
Algún día confesé en un consejo de profesores que mis alumnos eran
mi objeto de estudio. Todos los presentes, claro, estudiosos de los procesos de
descolonización, me miraron mal, como era de esperarse y me corrigieron en el
error.
— Son tus sujetos de estudio
Santi… no son objetos—
Tener un programa de un solo disparo fue en la oportunidad perfecta
para experimentar, con mis sujetos de estudio como protagonistas.
Por lo que formulé tres preguntas:
1.
La primera por una necesidad estética. ¿Cómo devolverle al derecho el acto de creación como un acto de su
esencia?
2.
La segunda por una necesidad de mercado. ¿Cómo hacer que cada alumno aprenda algo diferente e igual cumplir
con el objetivo del programa?
3.
La tercera para evidenciar la crueldad de la ciencia. ¿Cómo dar una clase donde la respuesta correcta no sea
necesariamente las más fácil… y que a la vez la respuesta correcta no lo
sea por mucho tiempo?
Mis antecesores,
por si no sabían, habían dado esta clase desde muchas otras perspectivas.
Enunciaré dos, que conocí de cerca.
Una
duró el semestre entero definiendo en qué consistía un Evento (con mayúscula), como lugar histórico que se conoce y se analiza en retrospectiva,
que es a su vez un problema de entendimiento entre H. Lindhal y A. Escobar.
Otra
partía con una pregunta y terminaba con una afirmación. La pregunta era cursi, ¿creen el amor? y la afirmación era
indescifrable: “El terrorismo es un
regalo”.
La aproximación que propuse, se alejaba de estas dos, pero igual
proponía iniciar el análisis de la teoría del derecho desde una orilla poco
usual.
En el intento me encontré con cosas que son familiares. Caras de
aburrimiento, mucho Whatsapp,
afirmaciones hermosamente crueles como “Esta
discusión no da ni para un tema de coctel”, entre otras cosas.
Aún así conté con un par de colaboradores; unos pocos que
entendieron el objetivo y pese a las falencias discursivas le apostaron al
método, por sus propios motivos.
Estimo que son algo más del 20% de ustedes… y tener un índice de
aceptación mayor al del gobierno distrital actual debe servir de algo.
Necesidad
estética
El acto de creación
El acto de creación
El problema de las cátedras de derecho como las de esta casa de
estudios es que están demasiado viciadas de temor reverencial.
Si pusieron atención en su clase de obligaciones (que lo dudo) el temor reverencial es un vicio del consentimiento; y aún así el
modelo pedagógico replicado y aplaudido, tanto por los profesores como por sus
estudiantes.
El temor (infundado) es venenoso para los
procesos de creación.
El acto de creación requiere de una suerte de valentía para
exteriorizarse. Lo primero era intentar un ambiente de clase cercano a la
complicidad, lejos del miedo y la reverencia —de horizontalidad… así me
acusaran de tener complejo de Peter Pan. Un ambiento plagado de honestidad
brutal, de cartas sobre la mesa, de pre-juzgamientos mutuos pero de intención
de buscar respuestas… o de formar más preguntas. Un ambiente de respeto (con algo de respuestas
pasivo-agresivas por el uso innecesario de sus celulares y miradas de
indignación).
Pero el reto era crear.
En la “Ilusión de Ícaro” de
Seth
Godin (2012), se recuenta el mito, donde Dédalo le dice a Ícaro que no debe
volar tan alto porque el sol derretirá la cera con la que están pegadas las
plumas de sus alas, y que no vuele tan bajo porque se lo come el mar.
El derecho es algo similar, la búsqueda de ese equilibrio perpetuo,
ser Ícaro, el justo medio… el medio atemperado.
Pero Godin sostiene en su libro que nos tomamos demasiado en serio
eso de no volar tan alto para que el sol no derrita nuestras alas, y a la vez
olvidamos la segunda parte de la advertencia: no volar tan bajo.
En la pedagogía usualmente se cae en ese problema. Volar demasiado
bajo. Exigir poco, no hacer pensar tanto. Creer que todo requiere de un estudio
detallado de la época en la que todo sucedió acompañada de la biografía
canónica de sus protagonistas.
Para salir de eso, es necesario apostar por crear.
Crear es imperativo, y vienen a mi memoria las palabras que le
escuché a Nicolás Montero hablando del Festival Estudiantil de Teatro de
Bogotá, que creo que son pertinentes sobre el acto de crear:
“Una experiencia casi
salvaje fue la clausura del Festival Estudiantil de Teatro de Bogotá pasado.
Fue en el Gimnasio Moderno, y era tal la gritería que había, que uno podía
menos que sentirse completamente sobrecogido por toda esa energía, toda es
fuerza dispuesta a la creación. Yo salí terriblemente agradecido de ver que
esto era posible, que todavía sigue siendo posible que el teatro convoque
tanta creación, tanta emoción, tanta juventud… y quedé rayado por eso.
Ya llevo mucho tiempo en
este oficio, y reencontrarme con tanta emoción fue realmente conmovedor. Y me
puse a pensar qué eso es lo que habita la creación ¿cierto? eso es lo que
habita el hecho de que uno se sienta verdaderamente creando algo, donde la
emoción y lo que uno piensa se vuelven una sola cosa y se mediatizan a través
una obra de teatro. Entonces, sentir toda esa emoción, es acercarse a algo muy
parecido a lo que llamamos esperanza, a lo que llamamos futuro, a
lo que llamamos posibilidad, a lo que llamamos, si ustedes quieren, país.
Entonces este es un
festival que quizás sea el más ambicioso de todos, porque le apuesta justamente
a eso, a que cuando la emoción y el conocimiento se unen, y se vuelven
creación; se vuelve la manera más noble, la manera más optimista de acercarnos
a nuestras realidades; y eso yo lo sentí en el último festival y en esa
clausura y espero que en este festival se vuelva a reproducir.
Porque estamos ante un
mundo que está en crisis, y solo el hombre que es capaz de
crear, solo ese hombre puede asumir su relación con el mundo en términos de
creación, es el que va a ser el que nos permita tener una concepción de futuro.
Así que, verlos a ustedes,
como veíamos en esta imagen, con una escalera puede convertirse en cualquier
cosa, con un vestuario puede convertirse en cualquier cosa, que lo que ustedes
piensan y les gusta de las historias se vuelven real en el escenario,
finalmente creo que de eso se trata y estoy seguro que todos los que estuvieron
apoyando la creación en los colegios sintieron lo mismo: el compromiso real es
con el hombre que es capaz de crear.
Y con esto quiero decir,
además que ustedes con estudiantes tienen el derecho a crear, y no solo eso,
tienen el derecho a exigir que su educación se vuelva creación. Tienen que
exigirlo en todas partes, tienen que exigirlo en sus aulas de clase, tienen que
exigirlo en sus familias, tienen que exigirlo en la calle, tienen que exigirlo
como ciudadanos.
Estamos aquí para crear, para relacionarnos con el mundo
de una manera en la que construyamos algo nuevo, algo significativo, algo que
no nos avasalle, sino que permita liberarnos; y ustedes son la prueba de una
parte fundamental de eso. Porque apostar a la creación es, a mi juicio, el
oficio más digno que puede existir.” (Montero,
2014)
Si la idea era que yo creyera que ustedes son muy chiquitos para
entender, para pensar o para que trajeran algo en la cabeza; les pido disculpas
por tener demasiadas expectativas en ustedes.
Esto se hace desbaratando autores, profesores, colegas, se hace poniendo
en tela de juicio el criterio de otros hasta probar que alguien finalmente
tiene la razón.
Ahí perdurará la creación en el derecho.
Espero que sean tan críticos con sus demás profesores a como lo
fueron conmigo.
Creo que eso es necesario, en ciertos casos y que a su vez que
enseñar debe estar limitado hacia la gente que realmente es capaz de hacerlo
con seriedad.
Nada más obsceno que un profesor de introducción en un programa de
especialización diciendo cómo la escuela de los glosadores, glosaron el texto
de las doce tabla y que por eso fue que Justiniano encargó la recopilación.
Lo viví… y la gente tomaba apuntes. La mayor irresponsabilidad.
Necesidad de
mercado
¿Cómo hacer que cada uno aprenda algo diferente?
¿Cómo hacer que cada uno aprenda algo diferente?
Una clase que vale la pena es la que genera más preguntas que
respuestas; y si deja una duda latente hasta el próximo encuentro es aún mejor.
Colombia es un nido de abogados, parafraseando Ricardo Silva Romero (2012); y peor aún, un lugar donde todos los abogados saben lo mismo.
Donde nos encanta que nuestra disciplina sólo sea capaz de escarbarse su propio
ombligo y mirar con desdén a otras que pueden ser complementarias. Iría un paso
más allá, solo se mira el ombligo y cree que en ese ombligo se encuentra todo
el conocimiento necesario para entender las demás disciplinas existentes.
La primera apuesta era que todos se sintieran cómodos sabiendo algo
diferente que los otros… y que eso igual les diera la misma nota.
Cada quien está a la altura de su propia mediocridad, y el trabajo
duro se recompensa con el tiempo. Escuchando al otro, avanzando. Reconociendo
los propios límites y retando los actuales.
Cada grupo, con sus textos y sus métodos, llegó a un algo que podríamos llamar interesante,
vigente, relevante… y por eso mismo nadie debería hablar de esto en un
coctel.
Más allá de su nota como recompensa creo que generamos una buena
discusión, no en el sentido que uno de ustedes entendía un debate[1]. Sino
como ese lugar en el que dos ideas se enfrentan hasta que sus interlocutores
entienden la idea contraria… nadie dijo que debía ceder, nadie crea que se
termina con el convencimiento irresoluto del otro. Por eso los abogados son
insoportables, porque nos encanta amanecer discutiendo y no dejar de insistir
hasta que no nos den la razón.
En esta búsqueda la clase tuvo varias etapas, crecimiento, euforia,
meseta y declive. Lo que muestra que el desarrollo fue totalmente orgánico… y
termina hoy de forma agónica.
El conocimiento, porque es de por si entrópico, nunca te da acceso
por la misma puerta… así quieras.
Las posiciones y el
conocimiento hay que sustentarlo y la respuesta que el derecho necesita no está
únicamente en leer dos códigos y aprenderse de memoria el número del decreto o
la sentencia donde creen que está respuesta. La respuesta es integrar
disciplinas, ahondar en los temas, preguntar, preguntarse. Si no encuentran un
libro sobre eso, escríbanlo y seguro mucha gente querrá opinar que ellos son
los que tienen la respuesta.
Crueldad de la
ciencia
El mejor profesor que la televisión contemporánea a dado es Neil deGrasse Tyson; y claro,
los hipsters dirán que nadie es mejor
que Carl Sagan… pero síganme en esta.
En el re-make de Cosmos (2014) deGrasse Tyson pone sobre la
mesa de manera sencilla las cinco reglas de la ciencia:
1.
Cuestionar la autoridad.
Ninguna idea es correcta solo porque alguien lo dice, incluido yo. Piensa por
ti mismo.
2.
Cuestiónate. No creas en algo solo porque
quieres. Creer no hace que algo sea verdadero.
3.
Pon a prueba
las ideas.
Observación y experimentación. Si tu idea favorita falla bajo un experimento
bien diseñado, la idea es errónea. Supéralo.
4.
Sigue la
evidencia a donde quiera que esta lleve. Si no tienes evidencia reserva
tu opinión.
5.
Recuerda
que te puedes equivocar. Todos los científicos grandes se equivocaron en
algo.
Saber que el conocimiento de la ciencia es cambiante es liberador.
Reconocer que el profesor es un ignorante es liberador. Socrático y
sintomático; pero liberador. Al menos si reconoce sus límites y es honesto con
eso.
Creo que el rol del profesor es de llevar la antorcha. De pararse
en el borde del abismo y lanzarla al vació; y ser suficientemente convincente
como para que alguien se aventure a lanzarse tras de ella. Su Arte es la de
hacer preguntas, las pertinentes y las incómodas. Así se despierta el hambre
propia de la duda, de la duda que carcome.
De la duda que lleva a crear.
Y la culebra se muerde la cola.
La ciencia es cruel porque invita a aceptar los hechos, y a la vez
maravillosa porque busca dudar de todo para llegar a las respuestas.
Una apuesta por conocimientos diversos, por la creación (hasta en el
derecho) es lo que puede hacer que vuelen lo suficientemente
alto, para que Ícaro se pierda e intente seguir subiendo.
Por eso he insistido que el derecho debería integrar una o dos cosas del arte como disciplina y no solo lo conveniente de las ciencias.
El Arte, bien hecho, no le tiene miedo al sol.
PD: Me niego a creer esta es la peor clase que
han recibido hasta el momento; van en cuarto semestre, todavía tienen seis
semestres para dejarse sorprender… me cuentan como les va viendo Derecho
Tributario.
Bogotá D.C., Junio 3 de 2015
Referencias
"Unafraid of the
dark." Cosmos: A Spacetime Odyssey.
National Geographic Channel, Washington, D.C. 8 Jun. 2014. Televisión.
Godin, Seth. The Icarus Deception: How High Will
You Fly?. Penguin, 2012.
Guardiola-Rivera, O., and C.
Sandoval. "Un caballero inglés en la corte del gran Khan. En torno a los
estudios sobre globalización y derecho de William Twining." Derecho y
globalización (2002): 23-115.
Montero, Nicolás.
"El oficio de crear." Instalación del II Festival Estudiantil de Teatro de Bogotá. Corporación Festival
Iberoamericano de Teatro de Bogotá. Sala Montefiori, Casa del Teatro Nacional.
Bogotá 1 Oct. 2015. Conferencia.
Silva Romero, Ricardo.
"Ojalá." El Tiempo 1 Mar.
2012, Opinión sec. Impreso.
[1] Una
discusión moderada en la que cada parte traía preparada perfectamente su
posición y podía sustentarla desde esa preparación.