Mientras vuelve el Blog de Hoja Blanca (Reducción al Ab-zoordo)
… si es que vuelve (fingers crossed)
… si es que vuelve (fingers crossed)
Una amiga
encontró un sujeto que la descripción de su perfil decía “Sí, estoy casado y tengo un hijo. Tinder me causa curiosidad, y no me
gusta quedarme con curiosidades.”
Man, la
curiosidad mató al gato, pero todo bien.
El concepto
celestino detrás del Tinderismo no es cosa nueva, las maneras alternativas de
buscar pareja tienen todos los colores de la imaginación humana, desde la tía
solterona recomendado a las hijas de sus amigas hasta buscoesposacolombiana.com. Pero esta red social —¿red social? Mis
amigas la consideran una red social y me pegaré a esa definición— logra romper
un par de barreras dentro de la cultura colombiana de salir a tomarse algo; al
menos interesa a mujeres solteras, las cuales aceptan que desconocidos les
hablen de nimiedades, sin que se requiera un contexto específico o interacción
previa y sin perder el interés de inmediato… eso ya es mucho decir.
El Tinderismo logra ofrecer algo adicional,
en medio del silencio, con una cierta comodidad estética, da una sensación de
seguridad y emula un reality show a pequeña escala en el que el
pretendiente elige quién está o no a la altura de sus estándares de belleza —o de
hambre.
De a poco,
hemos creado la necesidad de otra capa más de nuestra personalidad digital, en
la que es necesario ya no solo es necesario proyectarse como alguien feliz en Facebook, alguien inteligente en Twitter, y con sentido de la perspectiva
en Instagram, sino también atractivo
en pocas fotos, para Tinder™.
Todo el mundo
dice lo mismo, nadie está ahí porque realmente quiere, quiere ver esa vaina qué
es, nadie está esperando encontrar el amor puro y verdadero, y al mismo tiempo
todas las personas participan con ese discurso que creen que es un discurso de
excepción. Para mi, así no saque nada real del Tinderismo en términos de
relaciones sentimentales, al menos me quedan importantes preguntas por
resolver:
- ¿A cuántos kilómetros a la redonda debería uno buscar con quién reproducirse?
- ¿El rango de edad importa como preferencia personal o de doble vía?
- ¿Cuántas fotos con gafas oscuras debe ver uno para saber que todas son una mentira?
Todos mentimos,
en una rumba o por Tinder. El juego
de la conquista siempre ha sido el arte de las verdades a medias. Uno sabe que
ninguna vive hiper-maquillada y de vestido largo, la vida no es en blanco y
negro y que las gafas oscuras son la mejor manera de estandarizar los rasgos
faciales de las personas en las fotos. Aún así apostamos. Uno apuesta por la
foto súper producida, por la bonita, la buenona, la de media cara en la foto,
la artística. Es un like que no
requiere ninguna inversión, es un riesgo recíproco bajo el la premisa “capaz da
algo”.
Es la versión
de comida rápida de una cita a ciegas; en la que aún así, fallamos.
Usualmente, y
en el mejor de los casos, le apostamos a un grado de alcohol para aplacar la
cobardía y a un contexto de oportunidad preciso y escaso para empezar a
interactuar. Esta es la alternativa light ¿por qué no?
“Capaz da
algo.”
He tenido dos
consultorías sobre cómo curar mi perfil de Tinder™
—ninguna con éxito, al parecer no soy muy bueno mercadeándome por medios
digitales… supongo que eso habla bien de mi… en algún lugar del mundo— y las
opiniones son diversas, como los gustos por las telas, que más sociable, que
menos selfie, que más cosas que hablen algo de ti, que deje esa, sí, esa
funciona, sí, no, bueno sí. Esa.
Una ciencia
inexacta.
Creo que en
el fondo es un ejercicio interesante, una herramienta más, un lugar en el que
todo el mundo insiste que está por casualidad y donde se juzga a conocidos y
desconocidos por igual; un rumbiadero más de esta ciudad. La reducción al
absurdo de que la belleza entra por los ojos.
Aún así, al
final del juego, es la interacción real la que dicta el éxito de la
herramienta. Conozco historias de final feliz. He vivido algunas que preferiría
olvidar. En algún momento se debe traspasar el silencio, la pantalla y
concretar ese salir a tomarse algo… y lograr conectar lo suficiente para
querer/lograr una segunda oportunidad.
Por el
momento me dedicaré a ir a cumpleaños y que me presenten la amiga de una amiga
en la sala de una casa. Comenzar conversaciones con desconocidas por escrito
requiere de una destreza que desconozco, peco por trascendente y muchas veces
me quedo corto después de un “Hola, ¿cómo
vas?”
Será mejor
así, en algún lugar del mundo.