Julio Sánchez C., la verdadera arma de distorsión masiva;
confeso desinformado por ocupación, así lo afirma frente a quienes entrevista,
usted entenderá, no tenemos tiempo para
saber si alguien más está opinando sobre esto.
No lo haré más, no quiero seguir escuchando su programa,
pero termina siendo una de esas fuentes obligadas de información por donde
rondan los temas centrales de las conversaciones con mis tíos, sin falta, es el lugar común y el punto de partida.
Pero ¿qué pensará Julito de SOPA?, nada, el precio del salmón en Tokyo también es importante. ¿Y será que en este país habrá más
corruptos que los Moreno Rojas y los Nule?… me sorprendería si no.
Correcto, el tiempo al aire es limitado, así como el espacio
informativo de cualquiera, así como mi límite es de espacio y caracteres; el
corazón también estratifica los odios y reserva lugares numerados. Vender
tiempo… “bonito” concepto.
No me cuelgue, por favor, se disculpan, y los cortan con
habilidad magistral a mitad de una frase para darle paso al tono de verdad con
el que escupe improperios a todo el que
decida contestar el teléfono. Lo duro, en realidad, es pensar que el micrófono
más cáustico era el de Félix de Bedout.
Así las cosas, por influencia, el gran generador de lo
noticioso ha convencido a muchos que las mujeres se dejan violar, que todo el
mundo responde por lo de todo el mundo, que abrir una investigación es hacer
justicia, que anunciar sin cumplir es delito y que toda verdad a medias es una
gran mentira (porque argumenta, supongo, que es diferente a lo que él hace).
En el fondo le agradezco que agudizara mi acides del tinto
de la mañanas, mi placer morboso. Como consuelo, mientras escucho seguiré
esperando que Alberto Casas, entre las rendijas, opine algo; eso le da al menos
juicio a tanto caos.
Mal interprétenme si quieren, soy total convencido y
defensor de los medios de comunicación parcializados, que disecan la los textos
buscando su interés, pero que disecan a muchos y también dejan que otros abran
las venas de sus propias tesis. El lío, como siempre, está en saber a qué
interés se responde, y si es o no admirable responderle a ese impulso. Este
caso es de banalidad y vanidad.
No me cuelgue… lo felicito por su programa, sí, sí, Gina,
¡Claro!, ¿el tema del día?, no… pensé que podía opinar de lo que qui.
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