martes, enero 24, 2012

De la nueva Fiscalía General de la Nación.


Julio Sánchez C., la verdadera arma de distorsión masiva; confeso desinformado por ocupación, así lo afirma frente a quienes entrevista, usted entenderá, no tenemos tiempo para  saber si alguien más está opinando sobre esto.

No lo haré más, no quiero seguir escuchando su programa, pero termina siendo una de esas fuentes obligadas de información por donde rondan los temas centrales de las conversaciones con mis tíos, sin falta, es el lugar común y el punto de partida.

Pero ¿qué pensará Julito de SOPA?, nada, el precio del salmón en Tokyo también es importante. ¿Y será que en este país habrá más corruptos que los Moreno Rojas y los Nule?… me sorprendería si no.

Correcto, el tiempo al aire es limitado, así como el espacio informativo de cualquiera, así como mi límite es de espacio y caracteres; el corazón también estratifica los odios y reserva lugares numerados. Vender tiempo… “bonito” concepto.

No me cuelgue, por favor, se disculpan, y los cortan con habilidad magistral a mitad de una frase para darle paso al tono de verdad con el que  escupe improperios a todo el que decida contestar el teléfono. Lo duro, en realidad, es pensar que el micrófono más cáustico era el de Félix de Bedout.

Así las cosas, por influencia, el gran generador de lo noticioso ha convencido a muchos que las mujeres se dejan violar, que todo el mundo responde por lo de todo el mundo, que abrir una investigación es hacer justicia, que anunciar sin cumplir es delito y que toda verdad a medias es una gran mentira (porque argumenta, supongo, que es diferente a lo que él hace).

En el fondo le agradezco que agudizara mi acides del tinto de la mañanas, mi placer morboso. Como consuelo, mientras escucho seguiré esperando que Alberto Casas, entre las rendijas, opine algo; eso le da al menos juicio a tanto caos.

Mal interprétenme si quieren, soy total convencido y defensor de los medios de comunicación parcializados, que disecan la los textos buscando su interés, pero que disecan a muchos y también dejan que otros abran las venas de sus propias tesis. El lío, como siempre, está en saber a qué interés se responde, y si es o no admirable responderle a ese impulso. Este caso es de banalidad y vanidad.

No me cuelgue… lo felicito por su programa, sí, sí, Gina, ¡Claro!, ¿el tema del día?, no… pensé que podía opinar de lo que qui. 

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